viernes, 10 de noviembre de 2017

A vueltas con el mal menor

No teníamos intención de volver sobre este tema, pero un lector de nuestra bitácora nos envió el año pasado unas páginas de Garrigou-Lagrange, en las cuales trata sobre el mal menor en las elecciones políticas. Y hace pocos días un amigo nos pasó el enlace a un artículo sobre el mismo tema, publicado por el sitio de la FSSPX (aquí). Cabe recordar que el uso del principio moral del doble efecto -denominación más precisa que mal menor- posee una tradición secular en la Iglesia. Su aplicación permite resolver las dificultades morales que plantean los malos candidatos para acceder a funciones políticas.
En España, a comienzos del siglo XX, tuvo lugar una polémica un tanto llamativa. A Nocedal y a un grupo de sus seguidores se les ocurrió meterse en una delicada cuestión moral, cuyo conocimiento exigía serios estudios teológicos, llegando al punto de tachar a dos teólogos de «estrellas caídas, imitadores de Judas», que «han vendido la verdad por un plato de lentejas», por aplicar el tradicional principio moral del doble efecto a las elecciones políticas. La única opción legítima, a juicio de Nocedal, era votar por su partido, el integrista.
La polémica llegó a conocimiento del general de los jesuitas, quien envió una carta al papa San Pío X, en la cual, después de exponer el conflicto, pidió al pontífice que se dignara declarar entre otras cosas si en la enseñanza de los dos teólogos citados se encuentra de manera «expresa o sobreentendida la doctrina de hacer el mal para que venga el bien, reprobada por el Santo Padre». El papa Sarto respondería con la carta Inter catholicos Hispaniae en los siguientes términos: «nada hay en ellos que no sea enseñado actualmente por la mayor parte de los doctores de moral, sin que la Iglesia lo repruebe ni lo contradiga». Cosa que puede verificarse, por ejemplo, en estas páginas contemporáneas del afamado moralista A. Veermersch; y también en esta exposición posterior, más catequética, del p. Lallement. Posición compartida por Garrigou-Lagrange:

«Los actos humanos están especificados, en efecto, por su objeto, y si éste es esencialmente malo bajo el punto de vista moral, el acto por él especificado es moralmente malo. Pero si en una cosa o persona (por ejemplo en un candidato de elecciones) hay todavía un aspecto suficientemente bueno como para que se pueda no escoger positivamente, sino tolerar el mal que en ella hay, se puede tener así un recurso para evitar un mal mayor, siempre que sea imposible evitarlo por otros medios. Pero uno debe esforzarse en buscar esos otros medios o en hacerlos aparecer, para que no se prolongue esa situación crítica, con la que podemos cooperar al desorden. Por ejemplo, se debe hacer lo posible que se presenten buenos candidatos a elecciones».

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